Un glioma es un tumor que crece de las células gliales, que son aquellas que acompañan y dan sostén a las neuronas que forman parte de nuestro cerebro.
Coloquialmente, hablamos de gliomas de “bajo” y “alto” grado. Con estos términos únicamente pretendemos diferenciar aquellos gliomas que son de crecimiento lento y progresivo (gliomas de bajo grado) de aquellos con tendencia a la progresión y reaparición en periodos de tiempo relativamente cortos (gliomas de alto grado).
A su vez, dependiendo de la estirpe glial de la cual se desarrollan, dentro de los gliomas encontramos dos grandes grupos: los astrocitomas (derivados de los astrocitos) y los oligodendrogliomas (derivados de los oligodendrocitos).
Desgraciadamente, con el tiempo suficiente, la historia natural de los gliomas de bajo grado es la evolución a gliomas de alto grado. Por ello, es importante el diagnóstico y tratamiento precoces, de cara a mejorar el pronóstico y la supervivencia a largo plazo.
La Organización Mundial de la Salud (OMS), clásicamente ha clasificado los gliomas en 4 grados de malignidad según sus características histológicas:
Esta clasificación es una clasificación viva, en constante revisión y adaptándose periódicamente a nuevos hallazgos moleculares y genéticos que van surgiendo y condicionan la supervivencia, así como la respuesta a los escasos tratamientos disponibles. Actualmente, la clasificación que se utiliza es la del año 2021.
En función de diferentes factores, como pueden ser la edad del paciente, el grado de resección (si existen o no restos tumorales y el volumen de éstos) o diferentes alteraciones moleculares y/o genéticas presentes en el propio tumor, además de la cirugía pueden ser necesarios otros tratamientos adyuvantes como la radioterapia y/o la quimioterapia.